El Plan Marshall es el nombre por el que se conoce el Programa de
Reconstrucción Europeo anunciado por el entonces secretario de estado
norteamericano George Marshall en un discurso en la universidad de Harvard el
5 de junio de 1947.
Ante la penuria europea y la imposibilidad financiera de comprar productos
norteamericanos este plan de ayuda demandaba una coordinación previa de los
países europeos para su aplicación. Para ello se reunió en junio-julio de 1947
una conferencia en París a la que, tras muchas dudas, acudió la URSS. Moscú
pronto declinó el ofrecimiento y obligó a sus países satélites a hacer lo
mismo alegando que el plan era un instrumento del imperialismo y la hegemonía
americana.
Pese a la campaña de los partidos comunistas, dieciséis países aceptaron la
ayuda y se reunieron en una Conferencia en París en septiembre de 1947. La
Conferencia tenía un triple objetivo: impedir la insolvencia europea que
hubiera tenido nefastas consecuencias para la economía norteamericana,
prevenir la expansión del comunismo en Europa y crear una estructura que
favorecieran la implantación y el mantenimiento de regímenes democráticos.
El golpe de comunista de Praga en febrero de 1948 precipitó la aprobación por
parte del Congreso norteamericano del Plan en abril de 1948. Ese mismo mes se
creó la OECE (Organización Europea de Cooperación Económica) para repartir y
concretar la ayuda.
Se calcula que en total el Plan supuso una ayuda de 13.000 millones de
dólares entre 1947 y 1952. El éxito del plan fue esencial para la recuperación
económica y el asentamiento de los regímenes democráticos en Europa
Occidental.
La España de Franco, que no cumplía ningún requisito democrático, fue excluida
del Plan lo que hizo aún más duro el lento proceso de recuperación de nuestro
país tras la guerra civil.
La película es una muestra de cómo era la España del momento, y los
personajes representan los tipos característicos. Por un lado el poder,
representado por el alcalde, el cura y las fuerzas vivas (boticario,
hidalgo, comerciantes, maestra), y por otro el pueblo (casi todos
agricultores y ganaderos). Desde el punto de vista social se ha captado
la idiosincrasia; el hecho de que el alcalde esté algo sordo no es
casual, el miedo al Delegado tampoco, que el cura sea algo cotilla, que
la maestra esté soltera y necesite la ayuda del listillo de la clase...
El papel subordinado de la mujer se refleja en su poca presencia, y la
escasa intervención que por ejemplo tiene la tonadillera. El pueblo ha
perdido el tren, y está abocado a su desaparición.
Una mordaz carga de profundidad contra Estados Unidos, rematada con
la escena censurada de la bandera estadounidense hundiéndose en la
acequia, que escandalizó a Edward G. Robinson durante su exhibición en Cannes, Kepa Sojo dice que fue debido a ser acusado como comunista y librase del Comité de Actividades Antiestadounidenses.
Mientras el actor despotricaba contra «un ataque a EE.UU.», Berlanga
intentaba jugar en el casino con unos dólares falsos con la cara de Pepe
Isbert y Manolo Morán. Por eso Bienvenido Mr Marshall es una película que no sólo no ha envejecido, es que hoy es más saludablemente incómoda que hace cincuenta años.
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