miércoles, 14 de diciembre de 2011
martes, 13 de diciembre de 2011
Comentario El imperio de Carlos I
Carlos I de España y V de Alemania nació el 24 de febrero de 1500 en Gante. Era español por su madre Juana de Castilla y por sus abuelos Fernando e Isabel, los Reyes Católicos; alemán, por su abuelo paterno el emperador Maximiliano; borgoñón por su padre Felipe I el Hermoso y por su abuela María de Borgoña, esposa de Maximiliano I e hija de Carlos el Temerario.
Cuando murió su padre, en 1506, recibió Holanda, Luxemburgo, Artois y el Franco Condado a lo que se añadiría Aragón, Navarra, Castilla, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, y los territorios ya conquistados en América que heredó a la muerte de su abuelo materno Fernando el Católico, en 1516. Además, en 1519, por parte de su abuelo paterno Maximiliano I obtuvo los territorios austríacos de los Habsburgo y fue elegido emperador de Alemania.
Influido por el erasmismo en la primera etapa de su reinado, trató de hacer realidad el inicio de un imperio universal cristiano, pero para ello necesitaba el Milanesado como medio de unión de sus reinos. Lo consiguió en 1526, a través del Tratado de Madrid, y también el ducado de Borgoña al vencer en 1522 a Francisco I en Bicoca y en 1525 en Pavía. Pero el rey francés se alió con Clemente VII y los príncipes italianos independientes en la Liga de Cognac, declarando la guerra al emperador. La paz de Cambrai en 1529 resolvió la recuperación del ducado de Borgoña por Francisco I. Ante el problema religioso alemán mostró una actitud conciliadora, manifestada en la Dieta de Habsburgo, que fracasó por el radicalismo de los príncipes protestantes alemanes. Esta política imperial no fue bien entendida por los españoles y motivó el levantamiento de las Comunidades en Castilla, protagonizado por la pequeña aristocracia y burguesía de las ciudades.
La derrota de los comuneros tuvo lugar en 1521 en Villalar originando la alianza del emperador con la aristocracia latifundista y la progresiva pérdida de efectividad de las Cortes de Castilla. En Valencia y Mallorca la represión contra los elementos de las germanías que se dieron entre 1519 y 1523, en donde artesanos y burgueses en su mayoría, trajo consigo idénticos resultados. Las disidencias religiosas produjeron la crisis del erasmismo en la concepción política de Carlos I, quien se propuso dar una solución personal al problema religioso. Los príncipes alemanes que habían rechazado la Dieta de Augsburgo se unieron en la Liga de Esmalcalda, que se alió con Francisco I en 1832, y éste con el sultán turco Solimán el Magnífico. Carlos obligó a Solimán a levantar el cerco de Viena y tomó Túnez en 1535, pero no pudo evitar que Francia ocupase Saboya. Esta situación fue confirmada por la tregua de Niza en 1538, pero en 1541 los turcos se apoderaron de Budapest y Francisco I se enfrentó con el emperador; la paz de Crépy en 1544 puso fin a este conflicto, comprometiéndose Francia a romper la alianza con Turquía y a luchar por la unidad de los cristianos. El final del reinado del emperador estuvo impregnado por los problemas germánicos. Se enfrentó, venciéndolos, a los príncipes alemanes en Mühlberg en 1547, pero el nuevo rey francés, Enrique II se alió con la Liga de Esmalcalda. El desastre de Innsbruck en 1552, donde estuvo a punto de ser prendido, le obligó a negociar la Paz de Augsburgo en 1555, que reconocía la libertad religiosa en Alemania y significaba la renuncia del emperador a su ideal de la unidad religiosa del imperio. Por otro lado firmó con Enrique II, que se había apoderado de Metz. Toul y Verdun, la tregua de Vancelles.
Con Carlos, España conoció durante su reinado una etapa de máxima prosperidad económica; la colonización y conquista de América abrieron muchos mercados y la llegada de metales preciosos sirvió de impulso a todas las actividades económicas facilitando también las campañas bélicas del emperador, pero el alza constante de precios y la política imperialista, antieconómica, terminaron por arruinar las actividades económicas de Castilla y germinar una decadencia que se dejaría sentir a fines del siglo XVI.
Las continuas amenazas y la mala situación financiera hicieron que el emperador abdicara en Bruselas el 25 de octubre de 1555, dejando el imperio alemán y las propiedades de los Austrias en Alemania a su hermano Fernando. Al año siguiente cedería a su y hijo Felipe II, España y sus colonias, Italia y los Países Bajos. Después se retiró al monasterio de Yuste en Extremadura, donde murió el 21 de septiembre de 1558.
Comentario La Reconquista
Se denomina Reconquista o Conquista cristiana al proceso histórico en que los reinos cristianos de la Península Ibérica buscaron el control peninsular en poder del dominio musulmán.
El avance de los reinos cristianos en la Península Ibérica fue un proceso lento, discontinuo y complejo en el que se alternaron períodos de expansión con otros de estabilización de fronteras y en el que muchas veces diferentes reinos o núcleos cristianos siguieron también ritmos de expansión distintos, a la vez que se remodelaban internamente a lo largo del tiempo (con uniones, divisiones y reagrupaciones territoriales de signo dinástico); y a la vez que, también, cambiaba internamente la forma y fuerza del poder musulmán peninsular al que se enfrentaban (que experimentó diversas fases de poder centralizado y períodos de disgregación).
Asimismo la expansión conquistadora estuvo salpicada de continuos conflictos y cambiantes pactos entre reinos cristianos, negociaciones y acuerdos con poderes regionales musulmanes y, puntualmente, alianzas cristianas más amplias contra aquellos como la que se dio en la Batalla de Simancas (939), que aseguró el control cristiano del Valle del Duero y del Tormes; o la más sonada (por su excepcionalidad) y de más amplios vuelos en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, que supuso el principio del fin de la presencia almohade en la Península Ibérica. El estudio de tan dilatado y complejo proceso pasa por el establecimiento de diferentes fases en las que los historiadores han establecido perfiles diferenciados en los ritmos y características de conquista, ocupación y repoblación.
Siglos VIII-X. Completada la conquista en apenas un lustro (711-716), al margen sólo queda una estrecha franja montañosa en el Norte. Su principal esfuerzo hasta el siglo X irá dirigido a consolidar nuevas estructuras político-institucionales sobre unas realidades socio-económicas en transformación (el asentamiento masivo de población huida del avance musulmán), configurando las bases del feudalismo en la Península. Al Oeste se afianzó el reino asturiano, extendiéndose entre Galicia, el Duero y el Nervión. Al Este la Marca defensiva carolingia germinará en diferentes núcleos cristianos pirenaicos. Su precaria situación quedará demostrada durante el reinado de Abd al-Rahman III (912-961), cuando reconozcan la soberanía del Califato, convirtiéndose en Estados tributarios.
Siglos XI-XII. La disgregación del Califato (Taifas) facilitará un lento avance cristiano por la Meseta norte y el valle del Ebro, consolidándose institucionalmente los reinos. Ello será financiado con las imposiciones tributarias (Parias) a que sometieron a los reinos musulmanes, convirtiéndolos virtualmente en protectorados. Es un período de europeización, con la apertura a las corrientes culturales continentales (Cluny, Cister) y la aceptación de la supremacía religiosa de Roma. El avance castellano-leonés (Toledo, 1085) provocó sucesivas invasiones norteafricanas –Almorávides y Almohades- que evitaron el colapso de la España musulmana. La repoblación entre el Duero y el Tajo se sustenta en colonos libres y concejos con amplia autonomía (fueros), mientras que en el Ebro los señoríos cristianos explotarán a la población agrícola musulmana.
Siglos XIII-XIV. La alianza entre los reinos cristianos (Navas de Tolosa, 1212) logra el definitivo derrumbe del Al-Andalus, conquistando con gran celeridad el sur peninsular (salvo Granada). Una expansión protagonizada por las coronas de Castilla y Aragón generará determinados problemas: la absorción de un enorme volumen territorial y poblacional. En Andalucía y Murcia, la imposición de grandes señoríos –nobles guerreros y órdenes militares- y la expulsión de las poblaciones autóctonas –agrícolas y artesanas- derivará en la decadencia económica del territorio. En Valencia y Alicante, los señoríos cristianos, de menor extensión, se superpondrán a una población musulmana que mantendrá la prosperidad económica. Problemas solapados con la crisis económica del siglo XIV y las guerras civiles que desangraron a los reinos de la España bajomedieval. De esta forma se consolida España como la nación que por excelencia resistió y contuvo los ataques musulmanes en Occidente, siendo el Reino de Hungría el guardián de Europa en el Este ante la llegada de los turcos.
Siglo XV. La supervivencia del reino nazarí de Granada responde a varias razones: su condición de vasallo del rey castellano, su conveniencia para éste como refugio de población musulmana, el carácter montañoso del reino (complementado con una consistente red de fortalezas fronterizas), el apoyo norteafricano, la crisis castellana bajomedieval y la indiferencia aragonesa (ocupada en su expansión mediterránea). Además, la homogeneidad cultural y religiosa (sin población mozárabe) proporcionó al Estado granadino una fuerte cohesión. Su desaparición a finales del siglo XV –además de por sus interminables luchas dinásticas- se ensarta en el contexto de la construcción de un Estado moderno llevado a cabo por los Reyes Católicos a través de la unificación territorial y el reforzamiento de la soberanía de la Corona.
Comentario Conquista romana de Hispania
La conquista de Roma se inició en el siglo III a.C. y concluyó, tras un proceso largo y complejo, en el siglo I a.C.
El inicio de la conquista se enmarcó en el contexto de la Segunda Guerra Púnica (guerras que enfrentaron a Roma y Cartago por la hegemonía en el mediterráneo occidental).
Los cartagineses tenían asentamientos importantes en el levante peninsular y desde allí atacaron Roma a través del sur de Francia y los Alpes. Roma contraatacó invadiendo las posesiones cartaginesas en Hispania a fines del siglo III. La victoria romana de Ilipa (209 a.C.) puso fin a la presencia cartaginesa en Hispania y consagró el dominio de Roma sobre el este y el sur peninsular.
Los romanos tuvieron que hacer frente a la resistencia de los pueblos de esta zona. Los mejores ejemplos son las guerras lusitanas (155-136 a.C) en las que destacó Viriato, líder lusitano, y la férrea resitencia celtíbera en Numancia hasta su rendición en el 133 a.C.
La República romana vivió diversas guerras civiles que llegaron a la península. Las luchas internas de Roma dieron lugar a enfrentamientos bélicos en la península. Un buen ejemplo es el enfrentamiento entre Pompeyo y César (49-45 a.C.). Estos conflictos aceleraron el dominio romano sobre la península.El fin de la conquista llegó en tiempos de Augusto, primer emperador romano, con la dominación de galaicos, astures, cántabros y vascones (guerras cántabras).
domingo, 11 de diciembre de 2011
España S.XVI-S.XVII
Durante los siglos XVI y XVII, España llegó a ser la primera potencia mundial, en competencia directa primeramente con Portugal y, posteriormente, con Francia, Inglaterra y el Imperio otomano. Castilla, junto con Portugal estaba en la vanguardia de la exploración europea y de la apertura de rutas de comercio a través de los océanos (en el Atlántico entre España y las Indias, y en el Pacífico entre Asia Oriental y México, vía Filipinas).
Los conquistadores españoles descubrieron y dominaron vastos territorios pertenecientes a diferentes culturas en América y otros territorios de Asia, África y Oceanía. España, especialmente el reino de Castilla, se expandió, colonizando esos territorios y construyendo con ello el mayor imperio económico del mundo de entonces. Entre la incorporación del Imperio portugués en 1580 (perdido en 1640) y la pérdida de las colonias americanas en el siglo XIX, fue uno de los imperios más grandes por territorio, a pesar de haber sufrido bancarrotas y derrotas militares a partir de la segunda mitad del siglo XVII.
La política matrimonial de los reyes permitió su unión con la Corona de Aragón primero, y con Borgoña y, temporalmente, Austria después. Con esta política fueron adquiridos numerosos territorios en Europa, donde se convirtió en una de las principales potencias.
España dominaba los océanos gracias a su experimentada Armada, sus soldados eran los mejor entrenados y su infantería la más temida. El Imperio español tuvo su Edad de Oro entre el siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII, tanto militar como culturalmente.
Siglo XVIII: Los primeros Borbones
Felipe V (1700-1746) fue el primer rey de la dinastía de los Borbones. Era nieto de Luis XIV y trajo a nuestro país a la dinastía reinante en Francia (Bourbon). Su reinado fue uno de los más largos de la historia de nuestra país extendiéndose a lo largo de casi medio siglo.
En enero de 1724, Felipe V abdicó de forma inesperada en su hijo Luis, primogénito de su primer matrimonio con María Luisa de Saboya, pero tras la temprana muerte de Luis I, en agosto del mismo año, Felipe volvió a reinar España.
En 1746, al fallecer su padre, Fernando VII ocupó el trono español. Su reinado se caracterizó por el mantenimiento de la paz y la neutralidad frente a Francia e Inglaterra, mientras ambas intentaban la alianza con España. Esta situación fue aprovechada por el su ministro, el marqués de la Ensenada, para proseguir los esfuerzos de reconstrucción interna iniciados en el reinado de Felipe V.
La llegada de la nueva dinastía borbónica propició importantes cambios en la estructura del Estado. Estos cambios, inspirados en gran medida en el estado absolutista francés, fueron introducidos esencialmente durante el reinado de Felipe V.
La llegada de la nueva dinastía borbónica propició importantes cambios en la estructura del Estado. Estos cambios, inspirados en gran medida en el estado absolutista francés, fueron introducidos esencialmente durante el reinado de Felipe V.
Los primeros Borbones adoptaron diversas medidas centralizadoras, con el objetivo de hacer un estado más eficaz. En este sentido se adoptaron novedades importantes:
Decretos de Nueva Planta (1707 Aragón y Valencia, 1715 Mallorca, 1716 Cataluña): Abolición de los fueros e instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón. Los fueros de las provincias vascas y Navarra se mantuvieron ya que apoyaron a Felipe V durante la Guerra de Sucesión.
Nuevo modelo de administración territorial, basado en la siguiente estructura: división del territorio en provincias; sustitución de los Virreyes por los Capitanes Generales como gobernadores políticos de las provincias; las Reales Audiencias se mantienen para las cuestiones judiciales; y siguiendo el modelo francés, se creó la figura de los Intendentes, funcionarios encargados de las cuestiones económicas. Finalmente, en los Ayuntamientos se mantuvieron los cargos de Corregidor, Alcalde Mayor y Síndicos personeros del común (elegidos por el pueblo para su defensa)
Los Borbones también reformaron la administración central consolidando el establecimiento de una plena monarquía absoluta. Se suprimieron todos los Consejos, exceptuando el Consejo de Castilla que se convirtió en el gran órgano asesor del rey. Se crearon las Secretarías de Despacho (Estado, Guerra, Marina, Hacienda, Justicia e Indias), antecedentes de los ministerios. En 1787 se establece la Junta Suprema de Estado, antecedente del Consejo de Ministros.
La nueva dinastía intensificó la política regalista, buscando la supremacía de la Corona, poder civil, sobre la Iglesia. Las dos medidas principales fue el establecimiento de un mayor control sobre la Inquisición y, sobre todo, la expulsión de la Compañía de Jesús adoptada por Carlos III en 1767.
Hubo intentos no demasiado eficaces de reformar el sistema de Hacienda. Se trató de unificar y racionalizar el sistema de impuestos y, para ello, se llevó a cabo el Catastro de Ensenada en 1749 en la Corona de Castilla. Este Catastro es un censo de todas las propiedades del reino, muy útil para los historiadores. Se buscó también la unificación monetaria, estableciéndose el Real de a dos.
Mapa de Europa de finales siglo XIX
La sociedad europea había alcanzado profundas transformaciones en relacion con la situación de principios del siglo XIX.La educación mejoró muchísimo y la alfabetización llegaba a cuotas nunca vistas y las ideas que nacieron de la Revolución francesa habían llegado a todos los países europeos.
La invención de numerosas máquinas sustituyó a la mano de obra que se traslado a la ciudad.La industralización también mejoró transportes y comunicaciones.
Los salarios siguieron siendo bajos a lo largo de todo el siglo, con la consecuencia de que estaban al límite de la supervivencia,mientras, las industrias se iban capitalizando con las ganancias de las sociedades por acciones.
La invención de numerosas máquinas sustituyó a la mano de obra que se traslado a la ciudad.La industralización también mejoró transportes y comunicaciones.
Los salarios siguieron siendo bajos a lo largo de todo el siglo, con la consecuencia de que estaban al límite de la supervivencia,mientras, las industrias se iban capitalizando con las ganancias de las sociedades por acciones.
Mapa de Europa de principios siglo XIX
Se caracterizaba por:
• Inestabilidad política por las tensiones entre las fuerzas del antiguo régimen que intentan permanecer en el poder sin perder sus privilegios (Europa de la Restauración) y las nuevas fuerzas políticas lideradas por la burguesía (procesos revolucionarios).
• Cambios en el orden económico producidos por el proceso de industrialización que van cambiando las estructuras económicas de los países, y van a tener importantes consecuencias en el orden social con la aparición del movimiento obrero.
• De forma sintética se podría definir como la filosofía política orientada hacia la salvaguardia de la libertad del individuo. Las sociedades políticas del liberalismo europeo se caracterizan por:
- Régimen político de Monarquía limitada
- Constitución escrita
- Elecciones y partidos políticos
- Sufragio censitario
- Descentralización
- Igualdad jurídica
- Desigualdad social
• Los anhelos de independencia de las nacionalidades existentes en Europa cobran cada vez más fuerza. Los principales elementos que integran el concepto de nación en el pensamiento de los revolucionarios de comienzos del siglo XIX radica en tres aspectos fundamentalmente:
- La autodeterminación política
- La peculiaridad cultural y lingüística
- La pureza étnica
Mapa de Europa S. XVII después del T.Utrecht.
El Tratado de Utrecht, también conocido como Paz de Utrecht o Tratados de Utrecht y Rastadt, es una serie de tratados multilaterales firmados por los países beligerantes en la Guerra de Sucesión Española entre los años 1712 y 1713 en esas ciudades de los Países Bajos y Alemania, respectivamente. Se consideran el fin de la guerra, aunque simultánea y posteriormente a su firma continuaron las hostilidades (por ejemplo, en España). En este tratado, Europa cambió su mapa político.
Tras unas conversaciones preparatorias en Londres entre Francia y Gran Bretaña, el congreso se abrió en la ciudad holandesa de Utrecht en enero de 1712. Los resultados fueron los siguientes:
- Armisticio de Francia y España con Gran Bretaña (agosto de 1712), seguido de los tratados de paz entre Gran Bretaña y Francia (abril de 1713) y entre Gran Bretaña y España (julio de 1713).
- Firma de tratados entre Francia y las Provincias Unidas, Brandeburgo, Portugal y el ducado de Saboya (julio de 1713).
- Firma de tratados entre España y el ducado de Saboya (julio de 1714), las Provincias Unidas (julio de 1714) y Portugal (febrero de 1715).
- Firma de convenios comerciales entre Gran Bretaña y España (marzo y diciembre de 1714, diciembre de 1715 y mayo de 1716).
Mapa de Europa S.XVII despúes del T.Westfalia
El término de Paz de Westfalia se refiere a los dos tratados de paz de Osnabrück y Münster, firmados el 15 de mayo y 24 de octubre de 1648, respectivamente, este último en la Sala de la Paz del Ayuntamiento de Münster, en la región histórica de Westfalia, por los cuales finalizó la Guerra de los Treinta Años en Alemania y la Guerra de los ochenta años entre España y los Países Bajos. En estos tratados participaron el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (Fernando III de Habsburgo), los Reinos de España, Francia y Suecia, las Provincias Unidas y sus respectivos aliados entre los príncipes del Sacro Imperio Romano.
La Paz de Westfalia dio lugar al primer congreso diplomático moderno e inició un nuevo orden en el centro de Europa basado en el concepto de soberanía nacional. Varios historiadores asignan una importancia capital a este acto, pues fue en Westfalia que la integridad territorial se erigió como un principio que consagra la existencia de los Estados frente a la concepción feudal de que territorios y pueblos constituían un patrimonio hereditario. Por esta razón, marcó el nacimiento del Estado nación.
Hasta la instauración de la Confederación del Rin en 1806, los reglamentos de Westfalia pasaron a formar parte de las leyes constitucionales del Sacro Imperio Romano. Francia y Suecia, a ambos lados del Sacro imperio, asumieron las garantías del acuerdo. Sin su autorización no podía cambiarse ninguna disposición. Así, los alemanes, que vivían en más de trecientos Estados independientes, sólo podían fusionarse con otro Estado si contaban con la aprobación de Suecia y Francia.
Mapa del Imperio español en época de Felipe II
Durante la época del Imperio español, surgen dos leyendas en Europa: una de ellas exalta los valores hispánicos con críticas positivas, mientras que la otra difunde una propaganda anti-española por todo el continente.
La leyenda rosa es defendida por numerosos autores pro-españoles de países como Inglaterra e Italia, que resaltan valores españoles como la astucia, la prudencia, el amor a la patria, etc., así como por los propios españoles, que exaltan la lengua, la cultura y la monarquía de Felipe II, que es considerado “pastor de Dios en la tierra”,
Sin embargo, la leyenda negra se fundamenta principalmente en relatos de viajeros, peregrinos, comerciantes, emigrantes, exiliados de la época y hasta en las mismas tropas españolas, pero se apoya, además, en hechos históricos como la expulsión de los moriscos y los judíos.
Esta leyenda negra surge en Europa debido a las numerosas guerras internacionales que mantenía el Imperio y que lo convertían en un enemigo potencial para todos los países cuya religión no era la defendida por éste (la religión católica), es decir, para los protestantes, luteranos, anglicanos o calvinistas de Inglaterra, Holanda, etc., que temían que al imponer una religión universal, Felipe II querría convertirse en Monarca Universal.
Además de las pretensiones imperialistas españolas, hubo cuatro personajes que contribuyeron especialmente a la hora de crear la leyenda negra de Felipe II:
Estos personajes no colaboraron directamente, difundiendo propaganda negativa, sino que, debido a sus acciones y a las muertes de algunos de ellos, se calificó a Felipe II de “Demonio del Mediodía”: Se trata de Ana Mendoza de la Cerda, Princesa de Éboli; del secretario de Felipe II, Antonio Pérez; de su hijo, el Príncipe don Carlos y de su tercera esposa, Isabel de Valois.
Se cuenta que el monarca fue amante de la princesa de Éboli, que tuvieron un hijo en común (el segundo de la princesa, llamado Diego) y que, por éso, ésta favoreció en la herencia a este hijo, en contra de su primogénito.
Felipe II fue acusado de la muerte de su hijo, el príncipe don Carlos y de su esposa, Isabel de Valois, ya que se dice que descubrió que eran amantes.
Por último, Antonio Pérez fue exiliado, al descubrir el monarca que éste había ordenado el asesinato de Juan de Escobedo, consejero de don Juan de Austria, hijo natural de Carlos V. El secretario de Felipe II escribió un libro en el exilio, titulado “Relaciones”, en el que criticaba a Felipe II, acusándolo de tirano y adúltero.
Así, todo esto se suma a las rivalidades franco-españolas desde siglos atrás, a la mala fama de España en Italia, debido a las conquistas de Sicilia, Cerdeña y Nápoles, a la competencia de mercaderías y piratería catalana por esa zona y al ambiente que rodeaba al Papa valenciano Alejandro Borja, y como resultado aparece la fama de sensuales e inmorales de que gozaban los españoles y su calificación de raza inferior, ya que la cultura española era una mezcla de culturas, entre europea y africana, con influencias judías e islámicas.
Mapa de Europa S.XVI
El siglo XVI comprende los años 1501-1600. Es llamado en España el "siglo de oro de las bellas letras".
El siglo XVI vio a España y Portugal explorar el denominado "Nuevo Mundo". Con la conquista de los imperios Azteca e Inca, el Imperio Español extendió sus dominios desde la actual California hasta la punta de Chile, siendo el primer imperio en poseer dominios más allá de su continente. En Europa se produjeron numerosas Reformas Protestantes que discutían la autoridad del papado y de la Iglesia Católica. En Inglaterra, el autoritario Enrique VIII separó la autoridad papal de su reino, estableciéndose a sí mismo como cabeza de la Iglesia Anglicana. Estas guerras religiosas provocaron la Guerra de los Treinta Años que acabó con la supremacía de la Casa de los Habsburgo en Europa. Mientras, en Oriente Próximo, el Imperio Otomano bajo Solimán el Magnífico alcanzó su máximo apogeo.
El siglo XVI vio a España y Portugal explorar el denominado "Nuevo Mundo". Con la conquista de los imperios Azteca e Inca, el Imperio Español extendió sus dominios desde la actual California hasta la punta de Chile, siendo el primer imperio en poseer dominios más allá de su continente. En Europa se produjeron numerosas Reformas Protestantes que discutían la autoridad del papado y de la Iglesia Católica. En Inglaterra, el autoritario Enrique VIII separó la autoridad papal de su reino, estableciéndose a sí mismo como cabeza de la Iglesia Anglicana. Estas guerras religiosas provocaron la Guerra de los Treinta Años que acabó con la supremacía de la Casa de los Habsburgo en Europa. Mientras, en Oriente Próximo, el Imperio Otomano bajo Solimán el Magnífico alcanzó su máximo apogeo.
Mapa reinos cristianos/musulmanes Alta Edad Media
Durante este largo período, reinos cristianos y musulmanes coexistieron y lucharon en el territorio peninsular.
Podemos distinguir diversas fases:
Primera etapa (siglos VIII-X)
Desde las primeras escaramuzas de importancia, como la victoria cristiana en Covadonga (722) se abre un largo período en el que los núcleos cristianos del norte consolidan su territorio y avanzan tímidamente hacia el sur. El reino asturiano alcanzó la línea del Duero en el año 910. Esto llevó a que Ordoño II (914-924) trasladara a León el centro político del reino. A partir de entonces se comienza a hablar de reino astur-leonés, y después de reino de León.
Segunda etapa (siglos XI y primera mitad del XII)
Aprovechando la debilidad musulmana tras el fin del Califato y la disgregación de los Reinos Taifas, León y Castilla rebasan la Cordillera Central y ocupan la cuenca del Tajo. Toledo se reconquista en 1085. La ocupación del reino de Toledo significó la incorporación a su reino del territorio situado entre el Sistema Central y el río Tajo. Al final de la Edad Media, la península estaba repartida en cuatro reinos cristianos:Castilla, Aragón, Navarra y Portugal y el reino musulmán de Granada.
Mapa divisiones administrativas Hispania romana
Durante el prolongado periodo de gobierno de Roma en Hispania se produjeron sustanciales cambios en las estructuras de gobierno, así como en las divisiones administrativas del territorio.
Todo el imperio romano estaba dividido en provincias. Dentro de estas provincias, se ejercía el gobierno desde una capital. Las provincias eran gobernada por un pretor, procónsul o cónsul, dependiendo de la importancia estratégica o la conflictividad de la misma. En el caso de Hispania y a lo largo de su historia, estas estructuras de gobierno se fueron alternando a medida que la conquista del territorio se hacía efectiva y, posteriormente, en función de la adaptación de cada provincia a las costumbres y modos de vida romanos.
Las provincias romanas se dividían a su vez en «conventus» o partidos jurídicos, con sede en las ciudades más significativas de la zona.
Mientras las provincias Tarraconensis y Lusitania eran provincias imperiales (lo que le suponía que era el propio emperador quien nombraba a sus gobernadores) debido a su mayor conflictividad, la Bética era una provincia senatorial, al ser menos conflictiva, y era el senado el que nombraba los gobernadores de esta última. Con pocos cambios, sería la división provincial de Augusto la que perduraría durante prácticamente todo el periodo imperial, ya que la siguiente gran división, la de Diocleciano, sucedería menos de cien años antes de la invasión de Hispania por las tribus bárbaras.
Otro de los efectos de la reorganización diocleciana es la creación de la Diocesis Hispaniarum, dependiente de la Prefectura de las Galias. La provincia de Mauritania Tingitana, en el norte de África, se incluye también en la diócesis.
A finales del siglo IV, las Islas Baleares se desgajaron administrativamente de la Cartaginense para formar una nueva provincia romana, llamada Balearica.
Todo el imperio romano estaba dividido en provincias. Dentro de estas provincias, se ejercía el gobierno desde una capital. Las provincias eran gobernada por un pretor, procónsul o cónsul, dependiendo de la importancia estratégica o la conflictividad de la misma. En el caso de Hispania y a lo largo de su historia, estas estructuras de gobierno se fueron alternando a medida que la conquista del territorio se hacía efectiva y, posteriormente, en función de la adaptación de cada provincia a las costumbres y modos de vida romanos.
Las provincias romanas se dividían a su vez en «conventus» o partidos jurídicos, con sede en las ciudades más significativas de la zona.
División provincial de la República
Desde los primeros años de presencia romana en Hispania se establecieron dos provincias: la Citerior (cercana), al norte y este, y la Ulterior (lejana), al sur y al oeste peninsular. Aunque técnicamente dividían la Península Ibérica en dos mitades, en la práctica el dominio romano se centraba en la costa mediterránea, quedando la mayor parte de la Península controlada por los pueblos autóctonos (celtíberos, lusitanos, ilergetes y astures). Entre los años 218 a. C. y 205 a. C. en que los cartagineses fueron definitivamente expulsados del territorio hispánico, el poder político era ejercido desde la capital tarraconense, fundada durante la Segunda Guerra Púnica; y posteriormente, al crearse la primera división territorial entre las provincias Citerior y Ulterior, el centro de gobierno de la última pasaría a ser ejercido desde Corduba (la actual Córdoba).
División provincial de Augusto
El año 27 a. C., tras la conquista efectiva de la mayor parte de la Península, César Augusto divide Hispania en tres provincias, llamadas Baetica, Lusitania y Tarraconensis.Mientras las provincias Tarraconensis y Lusitania eran provincias imperiales (lo que le suponía que era el propio emperador quien nombraba a sus gobernadores) debido a su mayor conflictividad, la Bética era una provincia senatorial, al ser menos conflictiva, y era el senado el que nombraba los gobernadores de esta última. Con pocos cambios, sería la división provincial de Augusto la que perduraría durante prácticamente todo el periodo imperial, ya que la siguiente gran división, la de Diocleciano, sucedería menos de cien años antes de la invasión de Hispania por las tribus bárbaras.
División provincial de Diocleciano
A finales del siglo III, el imperio romano se desmoronaba, al menos la parte occidental del mismo. Tras las épocas de anarquía y guerras civiles, el emperador Diocleciano comprende que no es posible mantener cohesionado a un imperio de la magnitud del romano, por lo que decide dividirlo por primera vez en dos entidades independientes: el Imperio Romano de Occidente y el Imperio Romano de Oriente. Diocleciano queda a cargo de este último, mientras Maximiano gobernará el primero. Con todo esto, Diocleciano propone en 298 una nueva división administrativa para todo el imperio, lo cual afectará a Hispania en la creación de dos nuevas provincias: la provincia Cartaginensis y la provincia de Gallaecia.Otro de los efectos de la reorganización diocleciana es la creación de la Diocesis Hispaniarum, dependiente de la Prefectura de las Galias. La provincia de Mauritania Tingitana, en el norte de África, se incluye también en la diócesis.
A finales del siglo IV, las Islas Baleares se desgajaron administrativamente de la Cartaginense para formar una nueva provincia romana, llamada Balearica.
Mapa división pueblos prerromanos
Los pueblos prerromanos se dividian en:
Tartessos
Es la cultura más antigua del primer milenio adC. Sus límites geográficos se situaban entre el sur de Portugal y la desembocadura del Río Segura. Parece que tenía dos centros de irradiación política y cultural diferentes, uno al Oeste situado en el valle del Guadalquivir, y otro al este, en la ciudad de Mastia Tarseion, Cartagena.
Iberos
Los iberos se extendieron por toda el área levantina, desde los Pirineos hasta Gades (Cádiz), aunque su zona de influencia abarcaba una importante franja interior, desde el valle del Ebro hasta el valle del Guadalquivir. Fue una cultura homogénea, con influencias de los griegos y cartagineses.
Celtíberos
Los celtíberos son, en realidad, un conjunto de pueblos que habitaban ambas mesetas cuando se produjo la conquista romana. Sus orígenes son inciertos, con restos arqueológicos muy dispares y en ocasiones confusos. Eran pueblos con una economía agraria, más bien pobre, que se agrupaban en confederaciones de tipo tribal y con grupos aristocráticos. Se establecían en poblados pequeños pero muy bien fortificados, poseían una metalurgia del hierro avanzada y una artesanía textil muy apreciada por los antiguos romanos.
Celtas
Eran un conjunto de pueblos indoeuropeos que llegaron a través de los Pirineos desde Europa central. Socialmente no estaban muy avanzados pero tenían un gran dominio de la fundición.
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