martes, 13 de diciembre de 2011

Comentario La Reconquista


Se denomina Reconquista o Conquista cristiana al proceso histórico en que los reinos cristianos de la Península Ibérica buscaron el control peninsular en poder del dominio musulmán.
El avance de los reinos cristianos en la Península Ibérica fue un proceso lento, discontinuo y complejo en el que se alternaron períodos de expansión con otros de estabilización de fronteras y en el que muchas veces diferentes reinos o núcleos cristianos siguieron también ritmos de expansión distintos, a la vez que se remodelaban internamente a lo largo del tiempo (con uniones, divisiones y reagrupaciones territoriales de signo dinástico); y a la vez que, también, cambiaba internamente la forma y fuerza del poder musulmán peninsular al que se enfrentaban (que experimentó diversas fases de poder centralizado y períodos de disgregación).
Asimismo la expansión conquistadora estuvo salpicada de continuos conflictos y cambiantes pactos entre reinos cristianos, negociaciones y acuerdos con poderes regionales musulmanes y, puntualmente, alianzas cristianas más amplias contra aquellos como la que se dio en la Batalla de Simancas (939), que aseguró el control cristiano del Valle del Duero y del Tormes; o la más sonada (por su excepcionalidad) y de más amplios vuelos en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, que supuso el principio del fin de la presencia almohade en la Península Ibérica. El estudio de tan dilatado y complejo proceso pasa por el establecimiento de diferentes fases en las que los historiadores han establecido perfiles diferenciados en los ritmos y características de conquista, ocupación y repoblación.
Siglos VIII-X. Completada la conquista en apenas un lustro (711-716), al margen sólo queda una estrecha franja montañosa en el Norte. Su principal esfuerzo hasta el siglo X irá dirigido a consolidar nuevas estructuras político-institucionales sobre unas realidades socio-económicas en transformación (el asentamiento masivo de población huida del avance musulmán), configurando las bases del feudalismo en la Península. Al Oeste se afianzó el reino asturiano, extendiéndose entre Galicia, el Duero y el Nervión. Al Este la Marca defensiva carolingia germinará en diferentes núcleos cristianos pirenaicos. Su precaria situación quedará demostrada durante el reinado de Abd al-Rahman III (912-961), cuando reconozcan la soberanía del Califato, convirtiéndose en Estados tributarios. 
Siglos XI-XII. La disgregación del Califato (Taifas) facilitará un lento avance cristiano por la Meseta norte y el valle del Ebro, consolidándose institucionalmente los reinos. Ello será financiado con las imposiciones tributarias (Parias) a que sometieron a los reinos musulmanes, convirtiéndolos virtualmente en protectorados. Es un período de europeización, con la apertura a las corrientes culturales continentales (Cluny, Cister) y la aceptación de la supremacía religiosa de Roma. El avance castellano-leonés (Toledo, 1085) provocó sucesivas invasiones norteafricanas –Almorávides y Almohades- que evitaron el colapso de la España musulmana. La repoblación entre el Duero y el Tajo se sustenta en colonos libres y concejos con amplia autonomía (fueros), mientras que en el Ebro los señoríos cristianos explotarán a la población agrícola musulmana.  
Siglos XIII-XIV. La alianza entre los reinos cristianos (Navas de Tolosa, 1212) logra el definitivo derrumbe del Al-Andalus, conquistando con gran celeridad el sur peninsular (salvo Granada). Una expansión protagonizada por las coronas de Castilla y Aragón generará determinados problemas: la absorción de un enorme volumen territorial y poblacional. En Andalucía y Murcia, la imposición de grandes señoríos –nobles guerreros y órdenes militares- y la expulsión de las poblaciones autóctonas –agrícolas y artesanas- derivará en la decadencia económica del territorio. En Valencia y Alicante, los señoríos cristianos, de menor extensión, se superpondrán a una población musulmana que mantendrá la prosperidad económica. Problemas solapados con la crisis económica del siglo XIV y las guerras civiles que desangraron a los reinos de la España bajomedieval. De esta forma se consolida España como la nación que por excelencia resistió y contuvo los ataques musulmanes en Occidente, siendo el Reino de Hungría el guardián de Europa en el Este ante la llegada de los turcos. 
Siglo XV. La supervivencia del reino nazarí de Granada responde a varias razones: su condición de vasallo del rey castellano, su conveniencia para éste como refugio de población musulmana, el carácter montañoso del reino (complementado con una consistente red de fortalezas fronterizas), el apoyo norteafricano, la crisis castellana bajomedieval y la indiferencia aragonesa (ocupada en su expansión mediterránea). Además, la homogeneidad cultural y religiosa (sin población mozárabe) proporcionó al Estado granadino una fuerte cohesión. Su desaparición a finales del siglo XV –además de por sus interminables luchas dinásticas- se ensarta en el contexto de la construcción de un Estado moderno llevado a cabo por los Reyes Católicos a través de la unificación territorial y el reforzamiento de la soberanía de la Corona.

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